lunes, 29 de agosto de 2011

El sol

Crepitaban las hojas casi multicolores cuando sus pies las pisaban, aplastándolas para escuchar ese grito histérico de ayuda. Buscaba las hojas mas grandes, queriendo así llenar su silencio vacío de recuerdos y de sentidos. Pero no todo era silencio, llenaba el espacio con palabras huecas e inútiles, tan solo para saber como era su voz, como se escuchaba., ya que siempre se había ocultado lo importante para sus adentros, llenándose de sentimientos de toda índole que ni siquiera a un espejo se atrevía a confesar. No eran sentimientos impuros, quizás tampoco no correspondidos, eran sólo sensaciones que nunca se había atrevido a expresar. Por miedo quizás (el mundo le causaba pavor, la gente lo acobardaba y por eso pasaba los días en su habitación, al fondo de la casa, donde podía refugiarse y convivir consigo mismo, con sus hojas, con su silencio y así permanecer vivo, aunque sea para la inmensidad de esas cuatro paredes. Pero había algo más en su cabeza, algo trascendente y a la vez final.
"- ¿Por qué habría de ir? Nadie me espera." se decía en voz baja apenas salía de ese colchón de hojas que se extendía por una cuadra, quizás dos.
Siempre había sido inseguro, desconfiando de todo ajeno, y sobre sus miedos y pesares bajaba una catarata de barro que lo llenaba poco a poco, contaminando el poco aire que aún tenía.
-¿Qué sentido tiene? Se reprochaba paso a paso.
Mientras el día oscuro se alzaba sobre su semblante, el viento removía sus pocos cabellos.
-No, no tiene ningún sentido. Se repetía.
Faltaba tiempo para llegar. ¿Quién sabría cuánto?
El día seguía frío y sólo llevaba consigo un abrigo suave y una bufanda.
Se extendía la calle a lo lejos, oscura también a pesar de ser no más de las seis y estar los faroles prendidos.
Cuando comenzó la lluvia (algunas gotas caían aisladas) se decidió a volver, justificando hacia sus adentros que el clima, que nadie lo esperaba, que la luna no saldría, ni se verían las estrellas ¿Qué caso tendría caminar hacia el horizonte entonces? Allí, en el horizonte, donde el cielo era más claro. Pero su interior, su centro blanco y vacío y lleno a la vez no le daba opción. En él sólo había sonrisa, y ojos. De una persona nada más.
Tal era la fuerza de esos ojos que se obligó a sí mismo a seguir, dando con certeza cada paso, sosteniendo el frío y ante todo, esbozaba una sonrisa.
Se angostaba el camino a medida que avanzaba, ya no había asfalto, ni hojas, sino una superficie rocosa y dura, en donde la lluvia ahogaba sus últimos charcos.
Llegó al fin, donde terminaba todo, a un rosedal de finas espinas que rasgaban su ropa dejándolo casi desnudo, indefenso, inerte.
Cruzando el jardín se alzaba una sonrisa de mariposa, sus ojos de mujer, su sol.
Nada fue en vano, el frío se convirtió en sueños y los vientos en canciones. El arco iris naciente recubría su desnudez, dándole el calor de una noche de verano.
Feliz avanzó, hacia quien finalmente lo había esperado en el cielo que ambos habían construido, en su cielo.
La chica sonrió al verlo, lo esperaba. Allí salio el sol.

2 comentarios:

  1. Y a pesar de que el sol se tape por las nubes grises, a pesar de que las distancias se hagan mas largas, nada está escrito aún. Nada está dicho.
    El sol siempre vuelve a salir, solo depende de nosotros verlo.

    ResponderEliminar

Seguidores

Archivo del blog