domingo, 13 de marzo de 2011

La lluvia de sus noches

Corres, alguien te persigue, no puedes verlo, pero sabes que está ahí.
Llueve, demasiado como para sugerirte un camino. Te toman por la pierna, no puedes escapar. Se acerca otra sombra.
Te habla, es una voz odiosa, poco común. La voz es la de un Dios pequeño, no sabe todo, pero sí muchas cosas. Te conoce. Vuelve la primer sombra. Te arrastan a las sombras. Dolor.

Por fin despierto.
Llueve, tu sombra está en la pared, pero ya no me sorprendo, te revivo cada noche, te invento a mi lado, busco que estés ahí.
No he dormido bien los últimos tres años, ¿Por qué iría a afectarme ahora?
Sin embargo tu sombra sigue ahí, y no enloquezco, pero sé que estás ahí, queriendo estar ahí, sabiendo mi deseo de que estes ahí.
Pero no estás, no estás ni aquí ni allá, ni en la lluvia, ni a mi lado, ni en el centro de la cama, tampoco en la sala ni en la cocina, sólo estás en mi sueño, corres, te alcanzan y dolor, dolor y sombras, dolor y voces, y voces y penumbra, lluvia.
El café no es suficiente, ya nada es suficiente.
Ahora tu cuerpo es de sombras, de lluvia y de cielo, pero también de seda, de seda suave y fina, que me desvela hasta el amanecer.
Afuera llueve, de las penumbras se oye tu voz de dolor, tus gritos, tus pasos, otra voz que sabe todo. Esta imagen me persigue, me sueña y me come día a día, pensando en dónde estás, en dónde está tu suerte.
Camino en la lluvia, sin paraguas, lo dejaste abandonado aquella noche. Me purifica, me siento liberado de tu espíritu, él se encuentra seguro, bajo la alfombra, bajo la cama, no recuerdo bien.
Espero frente a tu puerta, que ya no es tu puerta, ya no estás aquí, ni allá, pero a la vez estás allá, sí, allá, en donde te sueño y te recuerdo.
Se abrió la puerta, la mujer lleva un paraguas, sale de tu casa, de la que fue tu casa.
Corro, la alcanzo, le grito.
Callejón obscuro.
Desapareces, nuevas noches, otros sueños.

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